El mismo Padre Yermo, nuestro Fundador, nos narra los acontecimientos de fundación de nuestra querida Congregación.
En el momento en que se fundó el Asilo del Calvario en León, tampoco pude sospechar que aquello llegaría a ser una Congregación Religiosa, porque mi objeto por entonces, sólo se reducía a cubrir las necesidades de la localidad, sin pensar en más. Ninguna idea tenía de fundar una comunidad religiosa. (Memorias, Tomo I pág. 72)
Amaneció el 13 de diciembre de 1885 con una lluvia abundante y pertinaz que no dejó aparecer el sol. La inclemencia del tiempo no logró disminuir el entusiasmo del Padre Yermo. Radiante de emoción, desde las primeras horas de la mañana se instaló en el Calvario para recibir a las fervorosas jóvenes que no tardaron en llegar, decididas a quedarse, y como dice el Padre, sin saber a qué.
Las fundadoras de la Sociedad, que tomaron parte desde el 13 de diciembre [de 1885] fueron cuatro. Tanto ellas como yo, éramos los menos adecuados para iniciar una Congregación. […] De estas cuatro Hermanas, la Hermana Fausta Ojeda murió trabajando en las labores de la Sociedad; otra se separó a poco tiempo y las otras dos siguen en la Sociedad. ¡Cuánto sufrieron estas beneméritas fundadoras! Dios lo sabe y sin duda les reserva por ello un gran premio en el cielo. Fueron la semilla del Instituto y merecen por lo mismo, que la Sociedad las ame, pues debe considerarlas como a sus madres, así como buenos hijos aman y veneran a sus progenitores ellas.
Las Hermanas Clotilde y Fausta eran de las que frecuentaban mi confesionario, y de ellas, a la segunda algo le había tratado, no así a la primera; pues la primera ocasión en que llegué a hablarle fuera del confesionario, entiendo que fue la tarde del día 13 de diciembre cuando llegó acompañada de su hermano Elpidio para quedarse en el Calvario. A la Hermana Victoriana Gutiérrez y a la señorita Pomposa Muñoz ni de vista las conocía. La Hermana Clotilde Muñoz nació en San Juan de los Lagos el 18 de abril de 1846, siendo sus padres Dn. Diego Muñoz y Dña. María Reynoso. La Hermana Fausta Ojeda era originaria de León, donde nació el 18 de diciembre del 1852. Sus padres fueron Dn. Celso Ojeda y Dña. María Cruz Oliva. La Hermana Victoriana Gutiérrez nació en Rincón de Romos el 23 de marzo de 1856. Sus padres fueron Dn. Andrés Gutiérrez de Velasco y Dña. María Santos Vega. La señorita Pomposa Muñoz era originaria de la Hacienda de Ibarra, contando con diez y nueve años cuando la fundación. Carezco de otros datos a cerca de ella… fue invitada por la Hermana Victoriana. Esta joven sirvió mucho y dio ejemplos de abnegación durante el tiempo que permaneció en el Calvario. Después su mamá se la llevó muy en contra de su voluntad.
Hubo otra más, que, aunque no llegó al Calvario el día de la fundación, a causa del mal tiempo, fue a unirse con las anteriores al día siguiente, por cuyo motivo me parece justo contarla entre las fundadoras. Esa Hermana es la que lleva el nombre de Gumersinda Muñoz. Nació en Lagos el 10 de enero de 1844, siendo sus padres Dn. Jesús Muñoz y Dña. Petra Veloz. (Memorias Tomo I págs. 79-81)
El Padre Yermo lo recuerda así:
Los llevó en sus carros Don Casimiro Najar. Inmediatamente que llegaron se comenzaron a instalar en sus improvisados departamentos conforme a sus clases respectivas. El departamento de los varones, se componía de la galera que poco antes había yo fabricado, de un pasillo que les servía de patio y de unas letrinas. Las ancianas, las niñas y las Hermanas, pues así conviene llamarlas, por más que entonces las llamaba yo “Señoras”, se repartieron en los aposentos construidos en tiempo del Padre Don Prudencio.” (Cartas Circulares, págs. 523-524)
Quise que el Divino Huésped de las almas con su presencia, sirviera de aliento a las que, animadas por su amor, iban a sacrificarse sirviendo a los pobres. Desde entonces, Jesús Sacramentado comenzó a ser el constante compañero de las Hermanas y de aquí tomó origen después, como uno de los medios para cumplir con el fin principal de la Sociedad, la adoración continua que tantos bienes le ha traído. (Carta Circular 26 de abril 1904)
No hay que olvidar todos estos pormenores que fueron sin duda alguna, el origen de las bendiciones celestiales con que en lo sucesivo ha contado la Sociedad, pues tal abnegación no pudo ser indiferente al Señor, que recompensa todo cuanto se hace por su amor y servicio. (Memorias Tomo I pág. 84)
Hasta el mes de mayo de 1886, las Hermanas usaban los vestidos que habían llevado de su casa. El Padre Yermo no pensaba en que fueran religiosas, pero a instancias de ellas mismas, les concedió que vistieran lo que puede llamarse, el primer hábito. Fue de lana azul oscuro que el mismo Padre les compró de su propia bolsa. Para la confección, quiso al mismo tiempo que manifestara sencillez, decencia y modestia, no llamara la atención, sino que se asemejara al uniforme de un colegio. La cabeza quedaba descubierta. Poco tiempo después se convino en cambiar el color del hábito y se adoptó el negro para lograr uniformidad en el color.
El día 8 de mayo comenzaron a usarlo y ese mismo día pidieron al Padre Yermo que les permitiera llamarse entre sí, Hermanas.
© Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Pobres 2025